El Decreto de Guerra a Muerte fue dictado por el Libertador Simón Bolívar, en rechazo a los crímenes cometidos por algunos jefes realistas después de la caída de la Primera República.
«...Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables».
Uno de los españoles que estaba en contra de la matanza de republicanos por parte de Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y otros jefes realistas, fue el abogado Francisco de Heredia, oidor y regente de la Real Audiencia de Caracas, quien pidió en distintas formas que cesaran las ejecuciones.
Los realistas ordenaban el asesinato de criollos desde los siete años en adelante, tal masacre llego a oídos del Libertador quién constato el hecho y el 8 de junio desde Mérida expresó:
«Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte».
Tal pronunciamiento dio origen a la Proclamación del Decreto de Guerra a Muerte que según algunos historiadores sería recalcado en lo que ellos denominan un segundo Decreto de Guerra Muerte, con la proclama del 6 de septiembre de 1813 desde Puerto Cabello.
Con la llegada de Boves y Morales, el baño de sangre es mayor y en respuesta los Patriotas radicalizan aun más el Decreto, ejecutando a los prisioneros españoles y canarios por orden de Bolívar en 1814.
La Guerra a Muerte se prolongo por siete años y culminó con la firma del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra. [1]
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