"No importa si necesita el televisor o no, el tema es que la piñata reventó y esa golilla no la puede ignorar. La palabra saqueo queda regada por la calle y proscrita en los medios de comunicación".
El presente es un artículo (cita textual) de Leonardo Padrón publicado por el diario El Nacional el pasado 24 de noviembre, inspirado sobre la situación actual venezolana. El artículo es una breve colección de 7 relatos sobre la inseguridad, escasez, las largas colas en los mercados, la política económica, las recientes fiscalizaciones a comercios de electrodomésticos, las contradicciones gubernamentales, y una reflexión final.
Desconozco si los relatos están basados en hechos reales o no, tal vez hubiese sido buena idea dejar eso en claro ya que Padrón es autor de obras y novelas (de ficción) en cine y televisión. De cualquier forma es un breve texto que ayuda a poner en perspectiva los acontecimientos recientes que han sucedido en nuestro país. Debo aclarar que en el texto, Padrón cita textualmente (entre comillas) que Nicolás Maduro le habría pedido al país en cadena nacional que “Vayan y vacíen los anaqueles!!” cuando lo que Maduro dijo textualmente en cadena fue "que no quede nada en los anaqueles". Cuestión de semántica.
A continuación el artículo:
“O ya no entiendo lo que está pasando, o ya no pasa lo que estaba entendiendo”.
Carlos Monsiváis
Jorge y Marielena son la clásica pareja joven que gusta de celebrar la llegada del viernes. Sí, el país está complicado, pero ellos no van a dejar que les clausure el entusiasmo por la vida. Esa noche han bebido y compartido jugosos chismes con sus amigos. Regresan a su casa un poco más temprano de lo que quisieran por esa barrera de contención llamada inseguridad. Viven en Guarenas, una clásica ciudad dormitorio, y el regreso a casa siempre es más largo de lo deseable. En una curva del camino, la camioneta cae bruscamente en un hueco y termina volteándose en aparatosos giros de desconcierto y tragedia. Luego de breves segundos, Jorge se incorpora desde el manto de fierros humeantes. Ve a su esposa inconsciente y sangrando profusamente por la cabeza. Intenta extraerla del peso de la camioneta que la aprisiona. Imposible. Aturdido, se palpa los bolsillos buscando el celular. Se dispone a llamar a la policía, a un familiar, a quien sea. De pronto, ve que tres personas bajan por la ladera donde cayó el vehículo. Se alegra. A nadie le falta Dios. Vienen a ayudarlo. Son tres hombres. Suficiente fuerza para mover tanto lastre. Pero ellos siguen directo hacia el interior de la camioneta a robar lo que consigan. El más rezagado lo apunta con un arma y le pide el celular. Jorge no lo puede creer. Le ruega ayuda. El ladrón le exige prisa. “Dame el teléfono, becerro”. Jorge le dice que su mujer se está muriendo, que al menos le de chance de llamar a una ambulancia. Pero, ¿cómo les explico?, la delincuencia también tiene sus premuras. Quizás el líder de la banda le había prometido a su mujer no llegar tan tarde esa noche.
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