Seguramente a más de uno le ha pasado que tienen en la cabeza rodando dos pensamiento o deseos como comerse un pastel o comer ensalada… ¿pastel ensalada? ¿Ensalada pastel? Todos hemos pasado por ahí. Quizás decidamos que lo que en realidad queremos comer ensalada y aún así, nos descubrimos probando un poco de pastel, para luego sentir un inevitable sentimiento de auto culpa.
Cada vez hay un mayor reconocimiento de la importancia del subconsciente en la toma de decisiones. Mucho es lo que se ha aprendido sobre los mecanismos psicológicos subyacentes en nuestros apetitos compulsivos. Es posible que no estemos al tanto de la influencia que tiene un olor o un sonido en nuestras decisiones. Algunos neurocientíficos incluso aseguran que explicando estos patrones en el cerebro, se pueden predecir las decisiones que tomaremos seis ó siete segundos antes de que las tomemos de forma consciente.
Todo esto plantea una pregunta para los filósofos: ¿cuáles son las implicaciones de los avances en el conocimiento sobre la toma de decisiones de los humanos en nuestra concepción de la voluntad? ¿El progreso científico socavará nuestra sensación de que tenemos voluntad? ¿Eventualmente nos llevará a concluir que la voluntad es una ilusión?
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